Una tradición de miles de años es ir a comprar al zoco de Damasco, uno de los mercados más grandes del medio oriente. Aquí se pueden encontrar especias, vestimentas, accesorios, artesanías y manualidades propios de aquellas regiones. Una de las características es que los zocos, por su alta concentración de gente, también sirven para manifestaciones políticas, tal como se puede observar en la actualidad.
Los vendedores, aún en medio de la guerra civil, ofrecen a viva voz sus mercaderías. A pesar de la barbarie se los ve animados y, a la siesta, si uno camina más allá de las murallas, es interesante ir a una de las tantas cafeterías a compartir un momento con ellos, mientras juegan a las cartas y fuman narguile, la pipa de agua con tabaco de distintos sabores.
Damasco, siglos atrás, fue un punto de encuentro y traslado hacia La Meca, donde se formaban caravanas de miles de personas y camellos. Hoy está lejos de tener la última tecnología, pero lo que ofrece es un dechado de piezas valiosas. Muy pocos corren detrás del dólar, porque su cultura no está diseñada para la acumulación o el consumo.
Es verdad que su ingreso per cápita es bajo, de unos U$S 5.300 anuales, y que el desempleo llega al 20%, pero a cambio de eso, ofrece al viajero una experiencia irrepetible: no hay ciudad en el mundo que concentre tanta historia en un espacio tan reducido.
Vía: El Tribuno
Imagen: Historia Clásica