Damasco en la actualidad ha dejado de ser el vergel que históricamente fue, si bien, desde la atalaya de sus 6 mil años de historia, continúa siendo una de las ciudades más acogedoras del mundo.
Es importante visitar el Museo Nacional, en el que se exhiben muestras soberbias que ponen de manifiesto el glorioso pasado de Damasco. Emociona la sala dedicada a Ugarit, donde se exhibe el alfabeto ugarítico, considerado el precursor del griego y del latino, es decir, la base de toda nuestra cultura.
Enclavada en el corazón de la Ciudad Vieja, la Mezquita de los Omeya ocupa el lugar que antes ocupara un templo arameo del siglo IX a.C. que posteriormente fue transformado para dedicarlo a Júpiter y, más tarde aún, en una iglesia dedicada a San Juan Bautista.
A lo largo de la abultada historia de la capital de Siria, fueron muchos los personajes legendarios que tuvieron relación con ella, tales como Alejandro Magno, el rey David, Nabucodonosor, Saladino o Adriano, sólo por mencionar algunos.
Levantada a orillas del río Barada, Damasco ha sido considerada una de las ciudades más bellas de la tierra a lo largo de la historia, hasta tal punto que, según la leyenda, cuando Mahoma la contempló desde una colina, rehusó entrar en ella, al considerar que al paraíso sólo se accedía en el momento de la muerte.
La relación de Damasco con el paraíso también se encuentra en la Biblia, ya que, según la tradición, el río Barada aportó el barro con el que Dios hizo a Adán.
Vía: El universal
Imagen: Ruta Nomada